Historia
Esta es la Isla Fuerte del Caribe colombiano. Pequeña y agreste. Tres kilómetros cuadrados, en el sur del Golfo de Morrosquillo, que han hospedado a indígenas, a piratas y a contrabandistas; que han escondido, ocasionalmente, a algún narcotraficante, a algún paramilitar. Este es un pedazo de tierra sin sacerdote en el que religiosamente se celebra misa una vez al año, cuando un curita del municipio de Moñitos viene a bautizar, confirmar y casar a los pocos feligreses que no reclutó la Iglesia evangélica.
Esta es la isla perdida de Colombia, ubicada a 20 minutos en lancha de Paso Nuevo, Córdoba, diminuta en el océano de aguas azules y verdes y amarillas. La isla que acogió hace tantos años a cinco familias desplazadas por las “políticas del progreso” de Bolívar. La que empezó a poblarse y a convertirse en un universo pequeñito en el que no existe la energía eléctrica, en el que la gente vive hasta pasados los cien años, en el que los fines de semana festivos no se duerme ni se pesca y al que llegan los turistas por pura casualidad.
Un islote en el que vive una mujer de casi noventa años que curaba con bebedizos a los enfermos y un hombre de más de ochenta que esconde la historia de la isla en un libro que no le presta a nadie. Así vive Isla Fuerte en sus tres kilómetros cuadrados.
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